miércoles, 10 de marzo de 2010

Preguntas de "El cuarto de atrás".

4) Señale algunas de las referencias sociológicas de la posguerra presentes en la vida cotidiana de una ciudad de provincias que perviven en la memoria de la heroína y narradora de El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite [1,5 puntos]

• Una de las referencias sociológicas más importantes de la novela tiene que ver con la situación oprimida de la mujer durante el franquismo. El recuerdo de la educación represiva y la religiosidad obsesiva, que marcaron su infancia y juventud, es uno de los ejes vertebradotes en la memoria de la autora. No en vano alude a su obra Usos amorosos de posguerra en relación con el mundo subversivo de la novela rosa y la copla frente a la pérdida de libertad y autonomía de la mujer en el ámbito familiar y en sociedad.

Pero, sobre todo, hay una crítica al ideario femenino que se impuso durante el franquismo desde la revista “Y” y la Sección Femenina. En él que se proponía un modelo de mujer ama de su casa, sumisa, hacendosa y siempre alegre, que repele a la autora. De hecho, los cursos que lleva a cabo en los Servicios Sociales son una tarea penosa sólo cumplida para poder salir al extranjero.

Frente a esa mujer sumisa, la autora despunta como una mujer estudiosa, trabajadora y de espíritu sensible e independiente: cuando llegan “las visitas” (capítulo III, “Ven pronto a Cúnigan”) (situación social formal) la Carmen-niña siente que asiste a una situación irreal, tediosa e insoportable. Incluso su comportamiento es censurado por una de esas visitas: “Mujer que sabe latín, no puede tener buen fin”. La defensa de su madre es reconciliadora.

También hay un paralelismo entre Carmen Martín Gaite-personaje y Carmencita Franco. En el capítulo IV, “El escondite inglés”, dice la autora que la imagen de Carmencito Franco es el aglutinante fundamental para entender ese “tiempo bloqueado” que supuso el franquismo para la mujer. En la su infancia, Carmencita Franco es vista (capítulo II, “El sombrero negro”) como “un ser prisionero y sujeto a maleficio” que la autora, heroína de novela rosa, quería rescatar. Cuando muere Franco (capítulo V, “Una maleta de doble fondo”), la autora ya no se siente una heroína de novela rosa. Es consciente de que ambas mujeres han vivido en mismo tiempo “atrapado y bloqueado”, probablemente con los mismos sueños y aspiraciones frustradas, por eso Carmencita Franco tiene “ese gesto amargo y vacío que se le ha puesto desde hace años”.

• Otra de las referencias sociológicas importantes en la novela tiene que ver con el materialismo en la sociedad de la posguerra. En esta línea, el cuarto de atrás, espacio para el desorden, la libertad, el juego, la ensoñación o la imaginación se convertirá en algo tan prosaico como una despensa, donde se guardan alimentos en conserva que avinagraron para siempre aquel espacio.

Del mismo modo, el “estraperlo” ya no es un juego de azar basado en la ruleta, sino sinónimo de algo sórdido y agobiante, vinculado a “expresiones repetidas y cenicientas”: “cartilla de racionamiento”, “Comisaría de Abastecimiento y Transportes”, etc. En todas ellas subyace el desprecio de la autora por las preocupaciones materiales de la época, que no dejaban espacio para la ensoñación o la imaginación y obligaban a pensar en sitios para “fugarse de la realidad” como Bergai o Cúnigan.

La comida también se describe en el capítulo III, “Ven pronto a Cúnigan”como ritual ordenado y sinónimo de materialismo. En el futuro la autora se empeña en comer mal y desordenadamente como rebelión, lo dice frente al espejo en este capítulo III. Del mismo modo se rebela contra el orden y la pulcritud en la hogar, haciendo del desorden toda una filosofía rebelde en la que fundamenta su vida. Por ejemplo: los cristales limpios sobre los que pega la cara para ver la calle “sin visillos”, la complicidad con la libertad de las motas de polvo que quieren acumularse sobre los muebles, etc. En la madurez, el espejo del capítulo se ve a sí misma limpiando y sus yo de ocho y dieciocho años le dicen “anda que también tú limpiando, vivir para ver”. Sin embargo, sabemos que la autora vive en ese espacio-estado casi mágico del desorden, en el que se mezclan los enseres de costura, los papelitos con anotaciones, las cartas, el grabado de Lucero, como en un cuento donde el significado de las cosas no se averigua de forma lineal y ordenada, sino el la visión total del collage de sus recuerdos.


5) Mencione los nombres de algunos novelistas de mediados del siglo XX y recuerde alguna de sus obras más importantes [1,5 puntos]

A partir de los años 50, empezarán a aparecer obras literarias en las que se evidencia la falta de libertades, desigualdad social y miseria generalizada de la sociedad española. Se suelen señalar, de forma orientativa, los años 1954 y 1962 como los de comienzo y fin del fenómeno del realismo social.

Dentro de la novela social, es habitual distinguir dos corrientes distintas el objetivismo o neorrealismo; y el realismo crítico o novela social.

Objetivismo. Dentro de esta tendencia, el narrador suele desaparecer lo máximo posible: se presenta la acción como vista por una cámara cinematográfica. Predomina el diálogo y la condensación espacial y temporal y los protagonistas individuales suelen ser representantes de la clase social a la que pertenecen. Lo característico es la linealidad narrativa: pequeñas historias que se desenvuelven simultáneamente o anécdotas, del conjunto de estas historias deriva la trascendencia cada novela. Los autores más destacados son Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama (1955), crónica de un día de domingo de un grupo de jóvenes junto al río, Ignacio Aldecoa, El fulgor y la sangre (1954), es una de sus cuatro novelas largas, en todas ellas busca retratar la vida cotidiana, afecto los personajes humildes y preocupación social.
Carmen Martín Gaite, Premio Nadal 1957, Entre visillos, vida provinciana de jóvenes cuya única perspectiva es el matrimonio o la soltería. Las novelas de Carmen Martín Gaite están más próximas a la vertiente objetivista. Condensa las preocupaciones de los autores de su generación: comunicación, existencia, soledad y memoria, uniéndolas con las de los novelistas de los 70: metaliteratura, recepción y narratividad. En El cuarto de atrás hará un replanteamiento de estos temas.
Novela social: Comparte algunos de los rasgos considerados hasta que como características del objetivismo (condensación espacio-temporal, protagonista colectivo, narración lineal...), pero se considera que las novelas del realismo crítico conllevan una crítica social más explícita; de ahí que los personajes de estas narraciones desempeñen una actuación que encarnan los valores propios de la clase o grupo social al que representan.

Jesús López Pacheco. Autor de una de las novelas que con más propiedades puede considerarse novela social, Central eléctrica (1958), relata la construcción colectiva de una presa hidroeléctrica: denuncia de la explotación laboral

José Manuel Caballero Bonald. Una notable es novela social: Dos días de septiembre (1962), trata sobre el trabajo en los viñedos andaluces.


4) En El cuarto de atrás, de Carmen Martín Gaite, la narradora afirma que “La isla de Bergai no viene en los mapas”. No obstante, la novela proporciona algunas notas descriptivas que sirven para que los lectores puedan localizarla. ¿Dónde se encuentra Bergai y qué significación posee para la heroína en unos determinados años de su biografía? [1,5 puntos]



Bergai es uno de los espacios imaginarios de la novela, de significación similar a la de Cúnigan. Es un paraíso inventado para sobrevivir a la ramplonería, mediocridad y materialismo de la sociedad franquista. La diferencia respecto a Cúnigan es que es un espacio de gran valor sentimental para Carmen Martín Gaite, puesto que fue un “regalo” de su mejor amiga. Su mejor amiga no solo la inicia en la literatura de evasión sino también en el placer de la evasión solitaria. Por eso inventa Bergai, para que Carmen Martín Gaite pueda evadirse cuando sufra y ella siempre la esperará allí.


A partir de ese momento ambas inventan diarios de Bergai: anotaciones, mapas, planos… Se perfila como una tierra marginal, que existe mucho más que las cosas que se ven de verdad, como describe la autora, de modo que las mezquindades y disgustos cotidianos ya no la podrán afectar, puesto que basta mirar por la ventana y levitar. “A Bergai se llegaba por el aire”.

5) Desarrolle las principales tendencias que se suceden en la novela posterior a la Guerra Civil. [1,5 puntos]
Cuando hablamos de la novela de posguerra debemos distinguir entre los autores que publicaron en el exilio y los que publicaron en España. Los más destacados autores en el exilio son Max Aub, Francisco Ayala, Rosa Chacel y Ramón J. Sender.


La novela en España durante la posguerra. La novela discurre por los cauces del realismo, entroncando con el realismo del siglo XIX, se preocupa de los problemas del hombre como ser individual concreto, al que descubre y trata como tal. Ciertas novelas acentúan, dentro de un supuesto realismo extremo, la ambientación sórdida, las acciones violentas y la expresión abrupta, a esta tendencia se la denomina tremendismo. Algunos de los autores más importantes son: Gonzalo Torrente Ballester, Carmen Laforet, Nada (1945); Camilo José Cela, La familia de Pascual Duarte (1942) o Miguel Delibes, La sombra del ciprés alargada (1948).

La literatura en los años 50, el realismo crítico o novela social. A partir de los años 50, empezarán a aparecer obras literarias en las que se evidencia la falta de libertades, desigualdad social y miseria generalizada de la sociedad española.

Dentro de la novela social, es habitual distinguir dos corrientes distintas el objetivismo o neorrealismo; y el realismo crítico o novela social.

Objetivismo. Dentro de esta tendencia, el narrador suele desaparecer lo máximo posible: se presenta la acción como vista por una cámara cinematográfica. Predomina el diálogo y la condensación espacial y temporal y los protagonistas individuales suelen ser representantes de la clase social a la que pertenecen. Lo característico es la linealidad narrativa: pequeñas historias que se desenvuelven simultáneamente o anécdotas, del conjunto de estas historias deriva la trascendencia cada novela. Los autores más destacados son Rafael Sánchez Ferlosio, El Jarama (1955), Ignacio Aldecoa, El fulgor y la sangre (1954), Carmen Martín Gaite, Entre Visillos (1957).
Novela social: Comparte algunos de los rasgos considerados hasta que como características del objetivismo (condensación espacio-temporal, protagonista colectivo, narración lineal...), pero se considera que las novelas del realismo crítico conllevan una crítica social más explícita; de ahí que los personajes de estas narraciones desempeñen una actuación que encarnan los valores propios de la clase o grupo social al que representan. Alguno de sus autores más representativos son: Jesús López Pacheco, Central eléctrica (1958); José Manuel Caballero Bonald, Dos días de septiembre (1962).
La crisis del realismo social: la generación de los 60. Esta crisis supone la sustitución por los nuevos modos expresivos que hacen hincapié sobre todo en la renovación formal y en la experimentación técnica lingüística. Aunque no se extiende a todos los casos, ni supone en todos los casos un abandono del éxito social. Lo que sí que se produce es un paulatino alejamiento de la concepción de la literatura como arma directa de lucha política. Alguno de los autores más representativos son: Luís Martín Santos, Tiempo de silencio (1962); Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa (1966); Juan Benet, Volverás a Región (1967); Luis Goytisolo y Juan Goytisolo.
La literatura a partir de 1975. A partir de los años 70, la novela se caracteriza por la recuperación de la trama argumental y la narratividad, pero sin olvidar muchas de las innovaciones técnicas y temáticas de los 60 como la reflexión sobre el quehacer literario, la explicitación de los procesos de conciencia en la novela o la ruptura de los límites de la realidad.

Algunos autores destacados son: Eduardo Mendoza, La verdad sobre el caso Savolta; Javier Tomeo, Amado monstruo (1985); José María Merino, La orilla oscura (1985); Luís Mateo Díez, La fuente de la edad (1986); Lourdes Ortiz, Luz de la memoria (1976); Juan José Millás, Visión del ahogado (1977); Luis Landero, Juegos de la edad tardía, (1989).

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